Maronna, Mauricio
Ya no se vela a los muertos en sus domicilios. Es una forma de sacárselos de encima, de impedir que el dolor duela hasta el fin de los días, de evitar que la memoria toque campanazos en el cerebro cuando se ingresa al cuarto, generalmente el living, y nos encontramos con la realidad.
Las salas velatorias obnubilan, crispan. Hay olor a flores decrépitas, a muertos en vida. Todo...