Baldessari, Adriana
Bajo la parra del patio, en la Nochebuena del ’16, mi abuela comió doce uvas chinche. Según la tradición pidió doce deseos con las campanadas del reloj. Uno de ellos se cumplió de inmediato, fue el primer beso, que en sus labios aún dulces, le dio mi abuelo. Otro tardó nueve meses, fue mi papá.
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