Savoia, Liliana
Sentada junto a la ventana mirando las aguas turbulentas y agitadas, la señora Wakerfield, envuelta en su albornoz, parecía una escultura de sal.
Había decidido tomarse unos días en la casa de la costa para reflexionar sobre su decisión. Escuchaba Tristan und Isolde de Wagner mientras bebía a sorbos el licor que su esposo le regalara hasta terminarlo.
Creyéndose embriagada...