Gaziano, Mirta
Es esa zorra, si, la que se come el arroz cocinado de la olla.
Yo había visto un trozo de su cola al salir corriendo y dar vuelta la esquina del galpón de las gallinas, me perdura en la mente el recuerdo de su cola roja, sacudiendo en la carrera los pelos largos y rojizos como diciendo “¡Ya me voy! ¡Ya he almorzado!!!”, y yo que no alcancé a perseguirla porque se metió en el monte cercano a la casa.
Pero como puede esa zorra comerse todo el arroz que he preparado para alimentar mejor a mis gallinas, dígame usted ¡cómo pudo!, si había suficiente como para un caballo.
No ha dejado ni para el ratón que habita allí en su escondite, quizás pensó que no iba a notar su faltante, que ni siquiera me daría cuenta, que quizás culparía a los perros.
Y es atrás donde se oculta la ladina, si, en el montecito de cipreses, dentro quizás de una cueva, donde es probable que mantenga calientes a sus crías. De sólo pensar que puedan ser más las que me invadan, una sarta de hambrientas y ladinas en mi casa, amenazando la saludable vida de las aves, no lo creo posible, algo haré para remediarlo, alguna cosa inventaré, para logralo.
Pernoctaré en el galpón para atraparla, eso haré, le daré un susto para que no vuelva, que se olvide de lo fácil que es robar de los galpones. Sinó organizaré un ejército con los gallos y gallinas para que defiendan solos su comida usando sus espuelas y picos afilados.