Sorbo, Hugo
La puerta fue abierta hacia atrás y ella se decidió a penetrar en la estancia. No había luz. La ventana, de haber existido una, mostraría la noche cerrada como ala de cuervo. No recordaba haber compartido la cena con alguien, pero la presencia permanecía latente. Su mano recibió orden de encender la luz mas su instinto se negó. Solo un loco seguiría adentrándose allí, pero ella estaba loca; loca de amor por el ausente.
De pronto una señal en la oscuridad; se crispó y decidió enfrentar lo que estuviese oculto en el lugar.
Su cara fue detenida en plena acción. Sus labios recibieron la humedad de otros labios ocultos en el negro. La sensación de reconocer no necesitó luz para estrujar la boca sensual ofrecida.