Brasca, Raúl
a Graciela.
Levanta el ánimo. Sólo he dejado en esa caja lo que me pesaba. Pero estoy sentado al piano cuando tus dedos indóciles se fugan con Piazzolla: y en la cocina, evitando que te equivoques con los condimentos; y al volante, ahora que conduces- tan tarde y tan cansada- de vuelta del trabajo. No te duermas: para todo necesito de tus manos. Y en los sueños que sueñas siempre...