Hinrichsen, Ana
La vi sólo en dos oportunidades. Una, cuando sentada en la salita esperando que la atendieran, parecía que iba a reventársele el vientre. La rodeaban tres o cuatro mocositos, todos, impecablemente cuidados.
Poco tiempo después, cuando acunaba al bebé entre sus brazos color chocolate y sus curvas generosas y tibias, hablándole, y el niño, que no tenía más de cinco meses, la...