Viaje al alma
Amanece en Santiago, y tras la cortina de una delirante habitación veo un nuevo día venir.
Tú duermes, y mientras, yo pienso en que probablemente tus amaneceres son un poco más helados allá en el sur.
Es temprano, y tus requerimientos personales te presionan a estar ya en pie, pero yo sin querer incomodarte, ni despertarte de ese sueño profundo (prueba de una noche agitada), me volteo para abrazarte más. El reloj ya sonó, pero yo no te desperté, ansío cinco minutos más. Después de todo, no te volveré a ver hasta tu nuevo “supuesto viaje de negocios”.