Prospecto

Hidalgo, Paloma

Guía breve del funcionamiento de una madre:
Dispensa amor veinticuatro horas, consuela, alimenta, enseña a caminar, babea, sonríe aunque caiga el diluvio universal, viste muñecos, hace trenzas, mide la fiebre con un beso en la frente, hace malabares con las naranjas y con la cuenta del banco, escucha, corrige, alienta, cuenta cuentos y vuela cometas, hace castillos de arena, tartas de chocolate, dice no. Espanta miedos, dice sí, y cree en ti. Para que no se estropee, demuéstrala que te sientes orgulloso de que sea tu madre.

Lágrimas

Musso, Liliana

Desde el pequeño espacio él la observaba a diario.
Sabia de sus desvelos y preocupación. Esos momentos eran solo para él, y aunque no sabía cómo, estas emociones le regalaban vida.
La magia se rompía al llegar sus “amores”, como ella los llamaba. Los pequeños y sus berrinches, tiraban por tierra el trabajo de la mujer, nada los satisfacía. La percibía ponerse triste y solitaria.
La palabra mamá fue su reino, y su castillo las caricias que ella cada tanto le otorgaba. Al quedase solo, las lágrimas invadían su pequeño cuerpo de peluche.

Demasiada madre

Hidalgo, Paloma

Ella sabrá lo que hace, si mi madre no me deja salir tampoco el próximo sábado le voy a demostrar de lo que soy capaz. Empezaré a volver a casa mañana mismo más tarde de las diez, puede que de las once. No la dejaré que vuelva a elegirme la ropa, ni siquiera los zapatos. Y el día de mi cumpleaños las velas las soplaré yo solito, las cuarenta y dos.

La danza

Cossa, Sergio

Así fue cómo el pensamiento asaltó mi mente:
Comenzó con una danza muy lenta que hipnotizaba a los bailarines mediante compases cadenciosos y sensuales. Luego, como si los músicos se realimentaran con sus notas, el ritmo se aceleró.
La danza dejó de mostrarse como un suave acompañamiento, puesto que la música llevaba a las parejas a desplazarse hasta los confines de la pista.
Cuando el ritmo nuevamente elevó su velocidad, un frenesí embriagó a los participantes. El baile ya no era capaz de ser coordinado y se deshacía en saltos, corridas, abrazos y giros arriesgados.
Solo cuando los músicos decidieron relajar sus dedos y pulmones agotados y finalizar con una suave melodía, la danza regresó al tranquilo y armonioso vaivén inicial.
Los participantes, aún hechizados por semejante música, volvieron a sus asientos con la saciedad que dejan los momentos sublimes.
Y allí quedaron, atentos, expectantes para correr de nuevo a la pista ante el primer acorde que llegara a sus oídos.
De este modo danzan mis ratones cuando pienso en ella.

Las acompañantes

Hinrichsen, Ana

Comenzó el día como cualquier otro. Frente a la concesionaria, el blindex reflejó mi apurada figura alejada un poco de los otros transeúntes y a ellas. La inexpresiva mujer joven que, pegada a mí, miraba hacia adelante sobre mi hombro izquierdo y la ceñuda niña que, unos pasos más atrás, no me quitaba la mirada de la nuca.
Crucé la calle Santa Fe y seguían conmigo. Las vi a mi lado en todas las vidrieras hasta el subte. Ya era, por lo menos, inquietante. Los siguientes días, transpirada, llegaba a mi refugio: la oficina. Sólo allí estaba segura.
Ahora estoy con licencia médica. Ya no salgo y he quitado los espejos, por las dudas. ¿Dónde iré si las encuentro en el pasillo o en el baño de mi casa?

Lecciones por correo

Bellani, Elene

Nicolás trabajaba en el negocio de su padre, era alegre, dinámico, todos lo querían. Un día mientras preparaba unos paquetes un aviso en un diario llamó su atención y escribió a la dirección indicada. A vuelta de correo recibió las primeras lecciones que cambiarían su vida. A medida que transcurría el tiempo y las lecciones se fue volviendo huraño, inquieto, a veces hasta furioso. Fue entonces cuando decidió que debía terminar con todo eso. Una noche se encerró en un viejo galpón dispuesto a quemar todo en una salamandra que allí había, pero los papeles a medio quemar salían del fuego y lo perseguían, volvía a intentarlo pero era peor, además una carcajada siniestra lo aturdía. Nicolás se estaba volviendo loco. A la mañana lo encontraron muerto en medio de papeles chamuscados. En uno de ellos pudo leerse “lecciones de magia negra”.

Lluvia

Musso, Liliana

El aguacero cae con fuerza destructora, llenando todos los espacios, huecos y grietas, nada escapa a su humedad. Dentro de ella viajan los cuatro jinetes de apocalipsis, quieren liberarse y cabalgar ligeros, dejar de ser malditos.
En la huida han contaminado su entorno y la lluvia se vuelve manto de muerte. Nada queda en pie, la vida se disipa con cada gota. La muerte reina en soledad.
Indiferente aparece el sol, las nubes se marchan, los jinetes desmontan y nada encuentran que los nutra. Sin la lluvia, vagaran sempiternamente en la tierra desolada.

Iniciación

Musso, Liliana

Era noche de iniciación, sus colmillos estaban listos para su primera vez. –Cuídate- Le dijo su madre, mientras le arreglaba el pelo.
Primero elegir la presa, asecharla hasta encontrar el momento justo. La luna menguante brillaba menos que las estrellas.
La joven caminaba sola. La plaza estaba cerca, la esperaría en medio de los arbustos. Oyó pasos, sin pensar arremetió buscando el cuello. Un olor desconocido lo desmayo. La joven continúo su camino, maldiciendo por todo el ajo que había empaquetado y maldito olor que la escoltaba.

Cementerio

Musso, Liliana

El cementerio era nuestro escondite, no les temíamos a los difuntos. Sin embargo algo maligno crecía en el huerto de la muerte, se apoderó de nosotros y nos volvió bestias.
Salíamos de cacería nocturna, primero fueron pequeños animales, luego las mascotas del pueblo. Nuestras armas: arcos, flechas, y palos semejando a garrotes. Nos divertía quitarles la vida y en lo mucho que sufrirían sus dueños.
Nada es gratis, y cuando llega la cuenta hay que pagar. Nuestra mísera existencia canceló la deuda.
Semilla nueva para el cementerio, sin cruces que nos honraran.

La excursión

Fulco, Omar

Habían comenzado la excursión por las sierras; los ocho pasajeros estaban entusiasmados. El recorrido culminaría con la merienda en el castillito que está en una cima. La combi recorre el camino serpenteante. Se interna en galerías de árboles y emerge en caminos de cornisa. Alterna recorridos ascendentes o pronunciadas pendientes. El guía ya no está. Sólo se escucha su voz. Luego, descubren que la combi no tiene conductor.
No pudieron detenerla ni conducirla. Los comandos no respondían. El castillito ya no se divisa. Se sienten solos, a la deriva y se desesperan. Presienten que su final será igual al de otros. Les habían advertido y no creyeron. Lo atribuyeron a leyendas de los lugareños.