Aguirre, Mariángeles
Cada vez que se conectaban, fantaseaban con lo que quisieran hacer juntos algún hipotético día. A él siempre le había gustado, por ejemplo, la idea de los restaurantes a ciegas en Berlín, de los que había leído en algún tablón de anuncios de ofertas imposibles.
-¡Ya sé!, -dijo ella - mejor nos encontremos en el decimonoveno escalón que va hacia el sótano de mi casa. Está a oscuras también, pero desde ahí podemos verlo todo simultáneamente, podemos vernos a nosotros mismos en cualquier y en todas partes del mundo.
Qué más da.
Los separan para siempre las nunca contabilizadas toneladas de sal marina, por poner alguna materia sólida y caminable y no hablar de las profundidades del océano, ni de todo el aire del universo, que comienza justo en la superficie de las profundidades.
Y un día, años después, en la Gormannstrasse de Berlín, no llegaron a creer que ellos eran ellos mismos mientras tomaban algo en extremos opuestos de la barra, en el salón a oscuras del Unsicht-Bar.