Romano, Orlando

Publicado en: Entrevistas

Orlando Romano

Un fogonazo

1. Decir que me propongo trabajar adrede con la microficción sería faltar a la verdad. Es algo que aparece, que se presenta como un fogonazo, una tentación pasajera, y de golpe estoy trabajando en un texto de esa naturaleza. Para mí, escribir es un juego, un juego muy serio en el que pongo todos mis sentidos para salir triunfador. Si fuese un hobby, no lo haría. Y creo que más allá de toda la seriedad y el respeto que se merece, este género no deja de ser para mí uno de los juegos más apasionantes de los que me ha tocado participar. Tuve la suerte de criarme en un hogar de mujeres solteronas y muy sabias (a su manera). Todo el tiempo me estaban relatando historias, al igual que mi abuelo. Y a la historia más larga, ellos tenían la virtud de reducirla al tamaño de un grano de arroz, y no perdía interés el relato, sino que se enriquecía. Eso me fascinaba. Desde mi niñez más temprana, yo me decía a mí mismo: “algún día quiero contar historias así”. Y desde entonces no dejo de hacerlo, a veces con mayor o menor fortuna.

Un invento de los artistas

2. Ignoro por completo lo que es la inspiración. Creo tanto en ella como en los duendes con los que mi madre me amenazaba si salía a jugar a la siesta. La inspiración es un invento de los artistas para diferenciarse de la gente común, para darse aires de genios o de seres especiales. Para rodearse de una aureola mágica. No hay inspiración: hay trabajo, hay dedicación, hay respeto por aquello que se realiza, hay también una mezcla rara de sufrimiento y de felicidad. Sufrimiento, cuando no se consigue lo que se ambiciona artísticamente; felicidad, cuando se lo consigue. Pero sobre todo hay necesidad: la del pájaro cuando vuela, la del salmón remontando el río; no se puede impedir, y si se lo impide, una luz se apaga por dentro, como una vela.

Forma y contenido

3. Un micro puede surgirme de una situación vivida en la calle, de la letra de un tango, del título de una película, o de alguna frase ingeniosa que siempre tiene mi hijo Matías en la punta de la lengua. Los aspectos formales que tengo en cuenta son la concisión, la brevedad, la fugacidad, la reducción, la condensación y el resumen. Podría añadir la prontitud y la ligereza, pero todo eso, lleno de contenido, de significación. Y mis temas son los sentimientos de las personas, sus trabajos, sus anhelos, sus sueños, sus penas y sus glorias. Sus pequeñas y grandes luchas diarias. Sus pasiones. Su fe en alguna clase de belleza, como diría Rilke.

Vida, amor y muerte

4. Tengo un buen puñado de cuentos fantásticos, pero no es el género en el que me siento más cómodo. Prefiero los realistas, los que muestran alguna característica filosófica e incluso psicológica; los que dejan algún mensaje abierto, en forma de abanico. También disfruto mucho jugar con el humor y el doble sentido. Creo que en todo microrrelato, como en cualquier texto que ambicione una pizca de eternidad, deben estar presentes los tres elementos fundamentales que hacen a nuestra condición de seres humanos: vida, amor y muerte. Y para que todo ese mecanismo se mueva, deben funcionar demasiados engranajes: precisión en los vocablos, brevedad, originalidad, una intachable sintaxis y una claridad semántica a prueba de malos entendidos.

La medida justa de sal

5. Todo remate esconde algo de misterio: es como la medida justa de sal que le ponemos a la carne asada: a puro ojo, en general. Yo prefiero que los remates se den naturalmente, sin ser forzados. No coincido con ese golpe a la mandíbula que se le asesta al pobre lector en la última frase o palabra. Pienso que si un escritor se acostumbra a rematar sus finales con un giro imprevisto de tuerca, corre el riesgo de pretender colocarse por encima del lector; cuando lo que tiene que buscar es que sea su cómplice, su secuaz, su compinche, su coautor necesario. El escritor es sabedor de casi todo, pero debe hacer de cuenta que sabe muy poco. Entonces el lector le palmeará la espalda (o el lomo del libro) y pensará “este tipo es mi amigo, mi copartícipe”. Yo voto por los finales abiertos, esos donde el lector decide cómo concluye la historia.

Lector medio

6. El Periodismo me dio la capacidad de observación, la objetividad, el ser claro, conciso y redactar sin floripondios, el ponerme en el lugar del lector para darle a leer aquello que su capacidad puede entender con el menor esfuerzo posible. Escribo notas para un lector medio. Y, del mismo modo, mis cuentos y novelas están dirigidos hacia un lector inteligente, avisado, pero que comparte ciertos códigos conmigo, códigos de lectura y de entendimiento mutuos. No busco brindarle una lección de nada, ni demostrarle lo inteligente que soy, porque en el fondo el lector debe sentir que es más inteligente que uno. Debe pensar “esto lo podría escribir yo, e incluso mejor”. Si yo le demuestro al lector lo brillante que soy (que no es el caso), y lo papamoscas que es él, es muy posible que cierre el libro y se vaya a ver Gran hermano, donde todo el mundo es menos inteligente que él.

Cuentos de un minuto

7. Mi primera obra, Cuentos de un minuto, viene a ser como mi bautismo en el mundo de la narrativa brevísima. Representa la ilusión, la esperanza, la entrada al mundo de las letras por la puerta de atrás, caminando en punta de pies para no molestar a la gente importante. Con ese libro anhelaba lograr grandes cosas, aunque en verdad sólo me importaba que mi madre y mi familia supieran que yo era capaz de lograr grandes cosas (si acaso escribir un libro es algo grande)… Le tengo un gran afecto, y a pesar de sus carencias literarias, lo tengo en la cima de mi biblioteca. Es el testigo de una época dorada que ya no volverá.

Entre los mejores

8. En cuanto a las antologías, puedo decir que son una bendición del cielo para los escritores desconocidos y que no publican con tanta frecuencia. Al español Fernando Valls (uno de los más destacados críticos de microrrelatos a nivel mundial), en una entrevista sobre jóvenes promesas se le ocurrió decir, quizás por desliz o generosidad, que yo era uno de los mejores microrrelatistas jóvenes en el mundo de habla hispana. A partir de entonces me invitaron a participar en toda antología habida y por haber, en ambos lados del continente, cosa que agradezco enormemente y no sé si merezco.

Cápsulas mínimas

9. Con respecto a mi segundo libro de micros, Cápsulas mínimas, es una prueba de madurez, es allí donde, sospecho, aparece el verdadero escritor, el escritor profesional, el que escribe a conciencia, sabiendo a las claras el efecto que puede provocar en los lectores. Y, sobre todo, el que escribe para que sus libros se vendan… Es el libro, así lo veo yo, donde me recibo como escritor de micros, si acaso hubiese una Universidad.

Micros-historias de mujeres

10. En cuanto al libro que se publicará dentro de poco, La ciudad de los amores breves, micro-historias de mujeres, es una especie de homenaje a todas las mujeres que me enseñaron a amar, y también a las que hice sufrir… Para bien o mal fueron muchas, y cada una me dejó como herencia un costado femenino que me ayuda a escribir cuentos filosóficos de mujeres, relatando sus pasiones, sus sueños, esperanzas y desengaños. Y también, lo confieso, es un pedido de disculpas, porque hubo un tiempo, una época muy estúpida, en la que me sentí superior a las mujeres; y qué equivocado estaba.

Sexo débil

11. Nací en un hogar de clase media baja, rodeado de tías solteronas, primas mayores, jóvenes vecinas sin novios, un ejército de mujeres que me consideraban como una especie de osito de peluche… Me sobró el cariño femenino. Gracias a esa cercanía aprendí que la mujer es más sabia, más intuitiva, más simple (sin ser nunca vulgar). Es capaz de regalar todo el cariño que tiene a cambio de nada, a cambio de sentirse bien consigo misma. Es capaz de sentir piedad en el más alto grado, piedad por el que sufre una gran pena de amor, la pérdida de un hijo, o piedad por el niño que extravió un globo en el parque. Si los hombres alimentáramos nuestro lado femenino, el mundo marcharía con un amoroso equilibrio. Hoy la mujer es poderosa: se vale por sí misma, trabaja, es independiente, cría a los hijos (y lo hace todo bien). Cuida de su salud y la de su familia (hasta la de los amigos). Y por si fuese poco, cuando la naturaleza la bendice, es capaz de llevar vida adentro suyo: un ser capaz de todas estas cosas no es un sexo débil, aunque a muchos les resulte cómodo o beneficioso afirmarlo así. El temor a la mujer es un cáncer de esta sociedad. Es el horror a lo distinto, a lo que es mejor que nosotros, a aquello que no entendemos del todo.

Escritor profesional

12. Mi dedicación a la producción de textos es constante; pueden ser muy malos, lamentables en un sentido estético, pero permanentemente estoy produciendo. En mi escritorio o en mi computadora siempre hay tres o cuatro libros propios, de diversos géneros, que van cobrando vida en el mismo momento, sin pausa, sin preferencias por uno o por otro. Distinto es el caso cuando debo entregar alguna obra a una editorial; en tal caso, con fecha de entrega pactada, y a veces sin tiempo, sí me aboco a uno en particular; pero a los otros no me los quito de la cabeza. Como tampoco me quito de la mente las docenas de proyectos de libros que tengo para el futuro. Eso lo aprendí de algunos escritores europeos, sobre todo de los españoles; es a lo que yo llamo ser un escritor profesional, un escritor establecido (en general desconfío de los escritores de fines de semana, esos que sólo escriben porque les sobra el tiempo o porque encontraron un verso que rima con el nombre de la mujer o el hombre que aman). Escribir es un trabajo duro. Uno tiene que luchar con esa sensación de sentirse menos, porque mientras tus compañeros de estudios ya han construido edificios o son presidentes de multinacionales, uno todavía está sudando su primera novela. Ni hablar de la familia, que te mira de reojo cuando pedís un segundo plato de sopa y no aportaste nada para el almuerzo… un escritor profesional debe saber lidiar con todos estos obstáculos. ¿Mi ideal? Lograr que miles de niños y jóvenes sean felices leyéndome, y que los adultos se olviden por un momento de sus problemas repasando mis historias…

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1 Comentario to " Romano, Orlando "

  1. Patricia Guzman dice:

    pero qué lindo que escribes, orlando! gracias

Comentá

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