García, Guillermo
El grito de innumerables aves la despertó de un sueño borroso. Caminó hacia la ventana y miró. Sus ojos, aún somnolientos, tardaron en comprender que, esa mañana, el mar no era el mismo. Divisó, a lo lejos, dudosas embarcaciones bajo nubes distintas. Palpó el silencio. Vio a una persona correr calle abajo. No pudo oír sus pasos, pero los adivinó desmañados, torpes, dignos de una marioneta manejada en forma inhábil o grosera. Presintió, incrédula, la inminencia. Aún así, se resistió a aceptar que el horizonte se derrumbara o que el mundo, sin previo aviso, hubiera renunciado a la estabilidad y la geometría. Sin embargo, tuvo una fugaz, postrera intuición del caos, apenas antes de que la espuma helada inundara su boca y el bramido del agua enmudeciera su alarido.